6 ago 2012

PRIMEROS PASOS DE LA SEGUNDA REPÚBLICA (V)

La ruptura de la CNT con el régimen había de tener una trascendencia decisiva. En los primeros días de la República, el gobierno se planteó hacer algo en pro de las masas rurales, antes de que se convocaran las Cores.  Largo Caballero, jefe de la UGT, fue presionado para que, consolidando el gobierno, aceptara el Ministerio de Trabajo.  Inmediatamente tomó medidas a favor de los campesinos, lo que supuso un desafío al orden rural establecido y provocó un ambiente de guerra de clases entre las fuerzas del antiguo régimen y los militantes trabajadores.  Sin embargo, los anarquistas, que habían aceptado los últimos sucesos, pero se negaban a colaborar con una república burguesa, iban a atacar a los socialistas "comprometidos" e incapaces de dar cauce a las reivindicaciones proletarias; las organizaciones anarquistas eran las únicas independientes y fusionadas por el descontento obrero y campesino.
El gobierno se preparó para hacer frente a las huelgas revolucionarias de la CNT, dando órdenes estrictas a la Guardia Civil en las provincias; para acometer el problema del orden público en las ciudades, Maura, Galarza y el teniente coronel Muñoz Grandes crearon la Guardia de Asalto.  Este cuerpo era más adecuado para hacer frente a las huelgas urbanas, ya que era una fuerza ágil, entrenada, movible y armada de tal forma, que producía menos bajas que la Guardia Civil (serían los actuales "antidisturbios").
Un incidente entre la CNT y la Guardia Civil en San Sebastián provocó ocho muertos y no pocos heridos entre los manifestantes.  Se imponía el Ministerio de la Gobernación.  El propio Azaña comentaba los hechos:  "Sí, sí, es preciso que sea mantenido el principio de autoridad".
En Sevilla, los disturbios arrojaron más de veinte muertos e innumerables heridos y detenidos.  El socialismo obrero se veía atado al poder y obligado a tomar medidas contra el mundo obrero al que representaba (huelga de los empleados de Telefónica), teniendo que asentir a párrafos como este:

"Que cumplan (la CNT) las leyes de trabajo, que cumplan todas las leyes que regulan toda la vida de relación, y entonces tendrán derecho a vivir la vida normal de relación con el Gobierno".

Otros problemas tomaron cuerpo en estas primeras semanas de la República.  Azaña era un hombre muy inteligente y capacitado.  Presidente del Ateneo y versado en historia militar, fue nombrado Ministro de la Guerra.  Emprendió la reforma del ejército, reduciendo a 8.300 el número de oficiales (antes eran 26.000) y a 147.000 el de soldados (entre la Península y África).  Al resto de los oficiales cesantes les ofreció el retiro con su paga.
Redujo a un año el servicio militar obligatorio, eliminó el rango de capitán general, anunció que revisaría los ascensos por méritos durante la Dictadura y clausuró la Academia General Militar de Zaragoza.  Muchos militares opinaron que Azaña sólo quería destruir el cuerpo de oficiales por medio del soborno, e interpretaron sus medidas como un golpe dado al espíritu del cuerpo del ejército.  
A falta de un experto en finanzas, Indalecio Prieto, autodidacto y pragmático, ocupó la cartera de Hacienda.  el nombramiento para este cargo de un ministro socialista originó una fuga de capitales y una baja del 20% en el primer mes, de la cotización internacional de la peseta.  Ante esta falta de confianza del mundo español de las finanzas, Prieto, sin duda la figura política más dotada de la República, respondió con amenazas de multas y confiscaciones y se dedicó a intervenir en las compras estatales y a respaldar, por todos los medios, a una peseta que corría el riesgo de seguir depreciándose.

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