26 may 2017

EL TRIENIO LIBERAL (I)

Insurrección militar, sublevación en provincias y cambio de política en Madrid.  Éste es el mecanismo revolucionario que se siguió en 1820, 1854 y 1868 (el que serviría de referente para determinados acontecimientos del siglo XX que todos tenemos en mente).
En estos tres años la confusión será indescriptible y cada una de las fuerzas políticas pretenderá dirigir los acontecimientos a su gusto.  De todo ello se puede concluir que los liberales, más que gobernar, lo que hicieron fue "intentar gobernar".
Una vez que el rey hubo jurado la Constitución, una "Junta Provisional Consultiva" se hizo cargo de dirigir y controlar la actuación política en tanto no se reuniesen las Cortes, que era uno de sus objetivos.  Otro de sus cuidados era velar porque Fernando VII se mantuviera fiel a la Constitución y fuera del alcance de los absolutistas.  Entre sus finalidades también entraba el control de la anarquía de la provincias y de los más radicales que, lógicamente, reivindicaban el mérito de haber hecho la revolución.
Se perfilan tres fuerzas: un gobierno liberal en medio de una reacción absolutista y un sector de tono radicalmente liberal.  El gobierno liberal intentará mantener el orden por encima de la libertad, dando lugar a las dos divisiones del liberalismo: moderados y exaltados.  Liberales y hombres con fortuna y posición social los primeros, demócratas y radicales urbanos los segundos.  Esta escisión de la "familia liberal" les restará fuerzas para enfrentarse a la facción absolutista.
Antes de que se abran las Cortes y, por tanto, antes de que se concluya el régimen provisional comienzan las actividades de las "Sociedades patrióticas", llamadas a tener gran importancia.  Estaban constituidas conforme al modelo de los "clubs políticos" de Francia.  Son una especie de tertulias políticas de café, radicalmente liberales, que presionan e intentan llevar las iniciativas políticas a los ministerios y a las Cortes.
La primera de estas sociedades se reunía en el Café Lorenzini, situado en la Puerta del Sol; de los discursos encendidos se pasaba a los hechos y hubo de ser disuelta por la autoridad.  Otras muy señaladas eran las de los cafés de San Sebastián y de la Cruz de Malta, y principalmente la más conocida, "La Fontana de Oro".
La masonería, que tanta parte había tenido en la revolución, cobró capital importancia y gran número de adeptos.  Su objeto era más político que filantrópico y un estupendo medio para optar a un puesto en la administración o en las actas de diputados.  Este "Gran Oriente" se escindió, y de él surgieron ramas como la sociedad secreta de los "comuneros", encabezada por Riego, y la "Sociedad de Amigos de la Constitución", con la finalidad de combatir las partidas y defender el gobierno.  Martínez de la Rosa, Toreno, Calatrava y el duque de Frías eran sus cabezas más sobresalientes.
También la Junta Consultiva se encargó de formar el primer ministerio constitucional integrado por acreditados liberales, quienes pasaron a ser ministros desde los presidios donde cumplían sus injustas condenas: Argüelles, García Herreros, Miguel Moreno, Canga Argüelles, Amarillas, Pérez de Castro, Jabat y Porcel.  El rey trataba desconsideradamente a estos ministros, a los que llamaba "los presidiarios", a excepción de Amarillas, a quien rápidamente obligaron a dimitir.

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